Las muelas del juicio final – El quirófano

Allí estaba yo sentado en mi sillón esperando a la enfermera. Cuando vino me puso una vía en la mano izquierda, algo que siempre me había dado mal rollo y por lo que no había pasado, pero ni me dolió ni me molestó. En cambio, los de la habitación de al lado les gustó tanto la enfermera que le decían que se dejaban agujerear con gusto, cuantas veces fuese necesario, si era por ella…lástima que no lo llevase a cabo.

La espera en el sillón, con la ya incómoda vía en la mano, se prolongó durante 3 horas, durante las cuales la almohada que tenía al lado, en la cama, cobró un matiz realmente atractivo que invitaba a dejar caer la cabeza sobre ella. Para entonces ya llevaba 11 horas de ayuno y a los de al lado no se les ocurrió otra cosa que empezar a hablar de comida y bebida fresca. Menos mal que más tarde cambiaron de conversación y prefirieron hablar de fútbol y perros.

Finalmente, el camillero vino a por uno de nosotros con una silla de ruedas. El tipo tenía las ojeras más inmensas que jamás he visto y eso no transmitía mucha confianza :S. Se llevó a uno de mis vecinos, así que la cháchara se les acabó y hasta un rato después no lo trajo de vuelta. El tercero fui yo, me llevó presto hasta el quirófano donde el ambiente era bastante frío.

Lo primero que hizo el cirujano fue coger las radiografías dentales y regatearme el número de muelas a extraer. Decía que del lado derecho, con la de abajo podía ser suficiente, pero yo le dije que venía a por las cuatro y hoy tocaba las dos de un lado, que tampoco me apetecía verlo más de las dos veces que eran necesarias. Así que accedió.

La anestesista me saludó muy amablemente (no era el tipo de la vez anterior) y ella también me regateó; me dijo que si estaba tranquilo pasaba de pincharme el sedante, así que tuve que renunciar a ver dragones después de la operación. Me tumbé en la mesa de operaciones, me pusieron el oxígeno, me tomaron la presión arterial, me colocaron los sensores en el pecho para monitorizar el ritmo cardíaco y me cubrieron dejando sólo mi boca al descubierto.

Un par de pinchazos para la anestesia local en la muela de abajo y el cirujano empezó a hurgar. Al cabo de un rato me puso un taco en el lado izquierdo para que no tuviese que tener el esfuerzo de abrir la boca. Empezó a hacer fuerza para sacar la muela de abajo y aquello no salía con facilidad, por mucho que apretase mi cabeza sobre la mesa. De fondo escuchaba el ritmo cardíaco algo acelerado y es que aquello te pone el cuerpo en tensión, así que tomé un poco de aire y me relajé lo que pude. Al cabo de un instante escuché el motorcillo del corta-muelas, después el cirujano me hizo un cronch (veáse mi alta cualificación describiendo el proceso xD ) en el que empleo fuerza y yo dije un «Ah» a lo que él me contestó «Sé que es un sonido poco agradable, pero no te ha dolido», me faltó contestar un «Oh, really». Mi preocupación no era el dolor que pudiese sentir, sino que con tanta fuerza se le podía escapar la mano y acabar clavando el instrumental en el otro lado de la boca (a mi me suele pasar con el destornillador y los malos tornillos que no quieren salir por las buenas).

Para darme el punto en el hueco que había dejado, el cirujano le dijo a alguien: «Fíjate bien que es medio segundo, como en la fórmula 1 que si parpadeas te lo pierdes». Noté la cuerdecita a lo que pensé que igual aprovechaba, le hacía un nudo a la de arriba y tiraba de ella, pero no, la de arriba salió en seguida para mi alivio. Así que, una vez las muelas fuera, con una gasa en la boca para que recogiese la sangre de la herida, me retiraron los dichosos sensores que tenía pegados en el pecho y que seguramente fue la parte más dolorosa. La anestesista me preguntó si estaba bien, el resto se pusieron a hablar de sus cosas, y el camillero me llevó de vuelta. Lástima que no dejasen entrar las gafas, no pude quedarme con sus caras.

La enfermera, a mi regreso, me dio un vaso de agua y me retiró la vía; me explicó lo que debía y lo que no debía hacer los próximos días y para casa.

Al cabo de un mes sigo sin poder abrir la boca del todo y, según mi doctora de cabecera, se me debió lesionar el músculo que cierra y abre la boca (o el nervio que parece que es peor), por lo que el cirujano me tendrá que ver antes de volverme a operar del otro lado, muy a pesar de la chica que me quería dar insistentemente la cita para operar.


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