marzo 2008

iGoogle

iGoogle es un producto de Google que pretende ser la página inicial personalizable por el usuario y para el usuario. Es algo así como el punto inicial de partida cuando arrancas el navegador web.

Una estupenda amiga fue la que me lo recomendó, destacando sus temas visuales que iban evolucionando conforme avanzaba el día y así podíamos encontrar:

[…]el «paisaje de temporada» protagonizado por una mariquita y una rana (con tendencias sexuales sospechosas) que hacen todo a su hora: desayunan café con donuts, luego practican karate, luego juegan al cricket, almuerzan un sándwich y un refresco, juegan con los globos de agua, y por la noche encienden fuego.

Si bien es algo que puede carecer de utilidad a primera vista, puede ayudarte a saber que ya es hora de comer o que está anocheciendo (sobretodo es útil para aquellos que nos quedamos pegados al monitor sin quererlo 🙄 ) o simplemente distraerte en el trabajo (jejeje).

Además de eso puedes agregar un gran repertorio de útiles como un diccionario, traductor, calendario, programación televisiva, juegos y un enorme etcétera.

Merece la pena probarlo, personalizarlo y usarlo unos días, engancha bastante y es sólo una pestaña en el navegador.


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Ataque animal

Un oso polar, en un arranque de cólera, atacó a una persona en Canadá haciendo uso de sus poderosas mandíbulas y sus enormes garras para retenerlo.

El hermano de la victima, un importante modista, presenció la escena y se llevó las manos a la cabeza mientras murmuraba que aquellos bajos, por muchos arreglos que le hiciese, no volverían a ser los mismos.

A continuación las estremecedoras imágenes de lo sucedido:


Ataque oso

PD: en cuanto pille un poco de tiempo libre pienso ponerme al día en los blogs que he dejado de leer/comentar, lo siento 😛

Dolor

Recuerdo un día, un tanto lejano ya, en el que hice una mañana intensiva de gimnasio que por la tarde complementé con un lapso largo de tiempo de nadar y chapotear en el agua junto a mis hermanas. Cuando llegó la noche estaba destrozado y caí sobre la cama como un plomo.

Sin embargo, al cabo de unas horas, un dolor punzante y palpitante en el pecho me despertó llevándose consigo la posibilidad de conciliar de nuevo el sueño. Lo asocié a las típicas agujetas, pero tan molesto era el dolor, que desperté a mi madre para que me suministrará algún tipo de remedio para calmar las incesantes punzadas. Y así fue, el dolor desapareció al cabo de un rato gracias a una misteriosa pastillita y pude volver a dormir.

Pero, a veces, una pastilla no sirve para calmar el dolor que puedes encontrar en el pecho, un dolor que es constante, arraigado en el fondo y decidido a quedarse allí por mucho tiempo, tanto que en la mayoría de casos sólo puedes ignorarlo. No obstante, en el momento menos adecuado aflora; te absorbe, te consume, te asfixia, te oscurece, convierte tus pensamientos en una turbia marea de sentimientos a los que no puedes poner orden. Y ahí estás, en medio de un dolor ininterrumpido, intentando conocer la causa a la que seguramente no podrás poner solución, sólo ocultar de nuevo.