Relato sin nombre – Parte 2

Relato sin nombre – Parte 1

«Sólo hace un día que se fue y todo me parece un sueño, como si nunca hubiese entrado en mi vida. Pronto me empezarán a temblar las manos de nuevo y la inseguridad se apoderará de mi como si fuese una marioneta. Me dió el apoyo que necesitaba, me enseño hasta dónde podía llegar y ahora ha desaparecido sin dejar rastro, dejándome solo. Me siento traicionado, pero ella me advirtió, me dijo lo que pasaría después y acepté de todas formas.»

Apretó sus manos sobre el volante y dejó de apoyar su frente sobre el mismo. El parabrisas estaba lleno de baho debido a la fuerte lluvia que seguía cayendo desde aquel día. Puso el motor en marcha y apretó el acelerador con suavidad, incorporándose a la deteriorada carretera que recorría de forma sinusoidal el monte hasta llegar a la ciudad.

A diferencia del coche, su mente iba acelerada al máximo, recordando frases, situaciones y sentimientos, buscando algo que lo tranquilizase. De repente golpeó el volante con el puño y se dijo «¡basta!». Clavo la mirada en la carretera y piso a fondo el acelerador. Las ruedas resbalaron sobre el asfalto mojado y la parte trasera se agitó hacia los lados por momentos. El cuerpo se le hundió en el asiento y el motor rugió como hacia tiempo que no lo hacia, llevando el tacómetro hasta las 6.500 revoluciones. Cambió de marcha bruscamente y siguió acelerando, mientras la carretera era cada vez más empinada y el asfalto se convertía en un enorme charco por el que las ruedas se deslizaban sin apenas agarre. Las curvas eran cerradas, pero no le importaba, las enfrentaba de forma agresiva, pisando el freno de forma intensa al inicio, acelerando de forma progresiva en el interior y pisando a fondo a la salida.

Su mente se despejaba, apartaba la pesada carga de sus pensamientos a base de adrenalina y obligándose a mantener la atención en otra cosa. Pronto sintió la relajación en el cuerpo, bajó el ritmo y dejó que el húmedo aire del campo entrase por la ventanilla.

Una lágrima le recorrió la mejilla mientras sonreía.

– Que irónica sensación de libertad, ahora que no estás – pensó.