Hambre y ganas de comer

Entre las decenas de cualidades extraordinarias que me caracterizan (no puedo salir a la calle sin que me adulen constantemente), existen algunas que últimamente están destacando sobre el resto. La primera de ellas es la velocidad que consigo a la hora de andar (cuesta arriba o abajo, rodando por el suelo o con los dientes por delante), además de una buena resistencia que me permite caminar durante un par de kilómetros a velocidad punta para coger el autobús….claro.

Otra de ellas es mi interminable paciencia, comparada a menudo con la cantidad de chakra de Naruto. Esto me ayuda a afrontar situaciones difíciles de la vida cotidiana donde la gente normal pierde fácilmente los estribos, como cuando tu compañero de prácticas te dice que no va a modificar su código fuente aunque no funcione ni se adapte al diseño (y aunque sea la última práctica de la carrera de la última convocatoria de la asignatura más fácil) :

– Oye, el código que me mandaste no tiene nada que ver con la práctica que estamos haciendo.
– ¿Cómo que no? ¿No es sobre una tienda de electrodomésticos?
– Sí, pero me has mandado una librería para administrar un zoológico.
– Hombre, un cambio por aquí o por allá y se adapta fácil.
– Weno, pues ya puedes empezar a hacer «esos cambios» porque la práctica se entrega dentro de 30 minutos.
– Eh, espera un momento, la librería funciona perfectamente, no pienso cambiar el código.
– ¿Cómo que no piensas cambiarlo? – ahí ya se nota el nerviosismo.
– Si tu crees que no se adapta al proyecto aplica tú los cambios que para eso eres el «jefe» de proyecto – la tensión se respira en el ambiente.
– Pues fijate que estaba pensando en un cambio ahora mismo.

El tío se abalanza sobre el «subordinado» y le suelta unas cuantas hostias en la cabeza con el libro de Thomas L. Floyd (2 kilos de libro). Al terminar dice:

– Ves….ya te he cambiado los dientes de sitio.

La última característica que cabe destacar es lo poco que como (parece que me sustente gracias al oxígeno y a la botella de suero que llevo siempre encima)…..o eso dicen. Pero lo que la gente no sabe es que este punto más el anterior crea una situación que pocas veces pueden darse. Cuando rebaso el límite de aguante sin ingerir comida y se me junta con las ganas de comer (esto último es el desencadenante) pierdo completamente la paciencia, agacho una ceja más de lo normal y soy altamente inestable, incontrolable y penoso. Para apaciguarme me tienen que echar galletas desde cierta distancia y no dirijirme la palabra. Pero bueno, todos los superhombres tienen sus puntos flojos 😉 .