marzo 2011

Canciones

¿Sabéis de esas canciones que oyes y, a primera escucha, te gusta y la pones repetidas veces hasta que llega un punto en el que no la quieres volver a escuchar nunca más en tu vida?

Pero en cambio, otras muchas canciones te gustan indistintamente de las veces que las hayas escuchado, son tus favoritas. Quizás son para escucharlas en momentos concretos, para hacerlo de forma detenida y profunda, otras para rellenar el silencio sin prestarle más atención de la necesaria, pero ahí están, repitiéndose a lo largo de tu vida hasta el fin de la misma y que, aunque sean olvidadas por un tiempo, siempre son bienvenidas de nuevo.

Pues con las personas suele pasar lo mismo.

Orange juega sucio – Parte 3ª

Cuando todo parecía resuelto resultó ser lo contrario. Tras siete meses a que Orange se dignase a corregir los datos y llevando el caso a la Junta Arbitral de Consumo que derivaría en un juicio tras un año de espera, lo único que ha funcionado ha sido la picaresca española.

Tras leer en muchos foros, me percaté que la gente que tenía problemas para recibir llamadas de ciertos operadores era porque sus datos constaban mal en el registro de las compañías de telefonía. Yo tenía el problema inverso, recibía sin problemas las llamadas de todo el mundo pero mis datos eran incorrectos, lo que imposibilitaba mi portabilidad a otro operador. Así que utilicé eso a mi favor.

Llamé a Desatención al Cliente y, en vez de preguntar por mi incidencia abierta de hace medio año, abrí una nueva alegando problemas al recibir llamadas de compañías como Yoigo o Vodafone. No tardaron ni dos semanas en llamarme e indicarme que ya no debía tener más problemas al recibir llamadas pues, efectivamente, habían corregido mis datos en la CMT.

A la hacer esto me permitieron iniciar los trámites de portabilidad y ya tengo fecha para cambio de operador. Me han echo ofertas con teléfonos de última generación y descuentos en facturas de hasta un 40% sin tener que apretarles para que me quedase, pero se lo pueden meter por el…bolsillo, que lo que me han echo bailar y gastar en tiempo no me lo pueden reembolsar.

La felicidad postergada

Nos dicen que nos apliquemos desde pequeños, que trabajemos duro para tener un mejor futuro y que posterguemos la felicidad para más adelante, para cuando nos hayamos asentado en la vida, que siempre habrá tiempo para ser feliz y disfrutar del mundo.

Pero nadie nos dice que probablemente no te asientes en la vida jamás, que puede que vayas dando tumbos de aquí a allí, entre trabajos, estudios y demás presiones. Al final, lo único que puedes hacer es soñar con que un día tendrás «tu vida» y podrás sonreír cada mañana por haber conseguido aquello que tus padres deseaban por ti.

Pero ¿qué hay de lo que tú deseas o deseabas, qué sucede cuando trabajas con fuerza y no ves ningún resultado de vuelta, algo que puedas disfrutar? Lo más probable es que te hundas, porque seguramente te ves incapaz de alcanzar la perfección que se te ha puesto ante tus ojos y que nunca deja de ser cada vez mayor cuanto más cerca estás.

Disfruta de lo que tienes hoy, pero no pierdas de vista tu plan de futuro.

Remaches fuera

En episodios anteriores describí cómo algunas prendas eran expuestas a fuerzas extraordinarias sin inmutarse. Sin embargo, hoy os traigo un caso en el que esta resistencia ha sido vencida y, para más inri, lo he vivido en mis propias carnes, literalmente.

Uno de los remaches de mi vaquero salió disparado a velocidad de vértigo, surcó varios metros hasta impactar contra el suelo, por el que se deslizó con vehemencia intentando frenar a través del rozamiento con la superficie.

Mientras miraba con curiosidad cómo trazaba un arco en el aire y me preguntaba que ecuación podía describir mejor su movimiento, me percaté que aquello debía ser causa de la presión de mi persona (en estado sólido) sobre el pantalón vaquero. Ello podía ser un claro indicio de que mi masa corporal había excedido con creces lo soportado por aquella prenda, es decir, que podía estar más rollizo de lo normal.

Pero, para tranquilidad de todos, fue sólo causa de mi última costumbre de medio-poner las manos en los bolsillos, que ejerce presión sobre el pobre remache que se sitúa al final del mismo.

Vivo engañado

Hoy he llegado al trabajo enturbiado por las terribles cosas que me pasan, aun sin llevar pantalones blancos, pero nada me quitaba de la cabeza que hoy era jueves y mañana viernes.

Hasta las 20:33 no me he enterado que hoy era miércoles, que aun quedaban dos días laborales en lo que emplearse. Quizás era el cansancio de una semana de dormir poco y hacer mucho que me tenía en un jueves ficticio. Lo más curioso es que los miércoles hago cosas totalmente diferentes a los jueves, pero no sé por qué no me resultaba extraño.

Espero dormir esta noche lo suficiente para coger fuerzas para disfrutar del viernes tarde, justo ese momento en el que dices adiós al trabajo por unos días.

Baldosas trampa

Vas tan alegre por la calle, temprano como todos los días, pero ese día llueve un poco, lo suficientemente poco como para no necesitar paraguas. Todo parece ir normal hasta que, de pronto, pisas una baldosa que se hunde de un lado y del otro sale una catarata de agua que sumerge tu pie desde arriba a abajo.

Estas baldosas trampa son muy difíciles de identificar y siempre saltan cuando estás llegado a tu destino para romper de golpe tu ilusión de llegar sano y seco. También suele coincidir con mayor probabilidad cuando llevas calzado que deja calar el agua.

Un camisa de adamantium

Una camisa dos tallas más pequeña reteniendo las carnes rebeldes, desafiando el efecto caída producido por la gravedad y llevando al límite toda la física teórica existente sobre la unión entre átomos. Aquello parecía una olla a presión a punto de estallar, de poner en órbita los botones que sellaban aquel engendro de carnes apretadas.

Cada gesto y cada movimiento ponían en tensión a todo aquel que estuviese en la misma sala, no únicamente el tejido de aquella súper camisa, una camisa que lloraba y gimoteaba produciendo un sonido ahogado de desgarramiento.

Sobreviví, pero alguien debió decirle que una camisa no tiene la misma función que una faja.

Mi hermana de vuelta

Mi hermana pequeña regresó por fin, tras su servicio militar familiar en el que tuvo que enfrentarse al pequeño Champi día tras día. Múltiples anécdotas fueron las que trajo e incluso heridas de combate, a pesar de que el pequeño aun no tiene dientes.

Champi ha evolucionado de forma bastante rápida desde que tuvo autonomía de movimiento. Su capacidad de equilibrio y manipulación de objetos es muy buena, capaz de flexionar las piernas para coger algo del suelo sin caerse (la mayoría de veces) y correr dándole patadas al balón, algo que parece encantarle. Y a pesar de que se mueve con mayor soltura que otros niños de su edad, en cuanto a crecimiento queda por detrás, siendo de los pequeños.

También ha desarrollado un sistema inteligente de comunicación que se basa en gestos, gruñidos y, en última instancia, lloriqueos altamente eficiente. Comprende todo lo que le dices, como que quieras darle una cosa por otra, pero se niega a emitir una sola palabra; como mucho mamá y papá.

Le encantan los parques y cada vez que lo sacan de paseo y pasan por uno llora si no le dejan entrar a jugar y, tal es su llanto, que puede durar hasta que pasan por otro parque por lo que vuelve a la intensidad inicial.

Por otro lado tenemos la influencia de mi hermana mayor que le ha inculcado una serie de acciones muy útiles, como que sea él quien lleve su pañal sucio a la basura (la cual ya respeta desde que se la tiró encima), que limpie los muebles si le das un trapo o que te señale insistentemente cualquier cosa que no esté como debe estar, como los seguros que impiden que pueda abrir los muebles de la cocina.

Le gusta la música de los dibujos, los perros en general y en concreto Pancho el del anuncio de la lotería, comer pan y esconderse detrás de la cortina mientras mis hermanas hacen como que lo buscan y lo llaman.

Un bicho en toda regla.