trabajo

Proyectos propios

Trabajar es trabajar, muchas veces no lo haces por gusto sino por necesidad. Por eso, muchas veces pienso en lo gratificante de llevar adelante tus propios proyectos sin pensar en tiempos de entrega, en monetizarlo ni en nada más que el simple hecho de disfrutar con ello. Llevo mucho tiempo sin hacerlo porque tengo remordimientos de emplear tiempo en esa clase de proyectos y quitárselo a otras cuestiones que tienen mayor relevancia para mi futuro.

Aquí es donde llega el problema: quiero hacer A para disfrutarlo pero tendría que hacer B para mejorar mi futuro, por lo que no hago ni A ni B y acabo haciendo C para apaliar la sensación que me producen ambas. ¿Tiene lógica? Muy en el fondo lo tendrá pero, igualmente, me causa una fuerte sensación de procastinación que no me deja descansar la mente y voy día tras día trasladando esa sensación de culpabilidad.

¿Por qué no hacer B de una vez y dejarlo aparcado? Porque nada me promete que emplear todo mi tiempo en sacar B vaya a dar sus frutos. De ahí que acabe replanteándome mi devenir, algo que hace que me refugie en C.

La felicidad postergada

Nos dicen que nos apliquemos desde pequeños, que trabajemos duro para tener un mejor futuro y que posterguemos la felicidad para más adelante, para cuando nos hayamos asentado en la vida, que siempre habrá tiempo para ser feliz y disfrutar del mundo.

Pero nadie nos dice que probablemente no te asientes en la vida jamás, que puede que vayas dando tumbos de aquí a allí, entre trabajos, estudios y demás presiones. Al final, lo único que puedes hacer es soñar con que un día tendrás «tu vida» y podrás sonreír cada mañana por haber conseguido aquello que tus padres deseaban por ti.

Pero ¿qué hay de lo que tú deseas o deseabas, qué sucede cuando trabajas con fuerza y no ves ningún resultado de vuelta, algo que puedas disfrutar? Lo más probable es que te hundas, porque seguramente te ves incapaz de alcanzar la perfección que se te ha puesto ante tus ojos y que nunca deja de ser cada vez mayor cuanto más cerca estás.

Disfruta de lo que tienes hoy, pero no pierdas de vista tu plan de futuro.

Vivo engañado

Hoy he llegado al trabajo enturbiado por las terribles cosas que me pasan, aun sin llevar pantalones blancos, pero nada me quitaba de la cabeza que hoy era jueves y mañana viernes.

Hasta las 20:33 no me he enterado que hoy era miércoles, que aun quedaban dos días laborales en lo que emplearse. Quizás era el cansancio de una semana de dormir poco y hacer mucho que me tenía en un jueves ficticio. Lo más curioso es que los miércoles hago cosas totalmente diferentes a los jueves, pero no sé por qué no me resultaba extraño.

Espero dormir esta noche lo suficiente para coger fuerzas para disfrutar del viernes tarde, justo ese momento en el que dices adiós al trabajo por unos días.

Tortura

Qué hay más doloroso que, en el hilo musical del trabajo, te pongan las canciones de Queen versionadas por una tía con una desgana y una debilidad en la voz que parece que la hayan sacado del regazo del Dr. Valium.

Menos mal que puedo ponerme los auriculares, pero no deja de ser un sacrilegio.

En busca del empleado perfecto

Cuando te dedicas a leer ofertas de trabajo, concretamente de informática, puedes encontrar de casi de todo, pero básicamente hay un tipo que prevalece: el súper todopoderoso informático con más de 10 años de experiencia en todo tipo de tecnologías, aunque algunas de ellas no tengan ni 5 años de antigüedad.

Así mismo se suele pedir experiencia en campos muy concretos de la informática, como por ejemplo, servidores con sistemas operativos que sólo puedes haber visto en empresas adineradas y conocimientos de programación en un lenguaje específico en desuso. Asimismo se pide, como requisito indispensable, estar en posesión de un título universitario y certificados de conocimiento en tecnologías concretas que suelen costar algunos miles de euros.

Todo esto puede parecer normal, si la empresa susodicha desea un empleado para suplir un puesto determinado cuyas herramientas no van a cambiar en un largo periodo de tiempo. Sin embargo, lo que chirría un poco es el hecho de que el sueldo ofrecido para ese puesto, en una gran ciudad como Madrid o Barcelona, es de casi 1.200€/mes (netos, con 14 pagas al años) en la mayoría de los casos.

Entonces nos encontramos ante un tío, que terminó la ingeniería informática superior (una inversión de 5 años de su vida y mucho dinero), que lleva 10 años trabajando en distintas empresas y siendo bueno en muchas áreas de la informática, al que le ofrecen un sueldo de mierda, por un puesto en el que no tiene ninguna garantía de permanecer ni un año. Obviamente la oferta no conseguirá obtener lo que busca.

No soy especialista en recursos humanos, pero, en esa clase de ofertas, en las que se pide mucha experiencia, un sueldo tan ridículo sólo hace que sea descartada o que acuda gente que dice tener todo lo que se pide.

Después están las ofertas modestas, en las que se pide un conocimiento más asequible y una experiencia de entre 3 y 5 años, pero el sueldo baja hasta los 1.000€ si llega (donde más de la mitad del sueldo se te iría en alquiler y transporte) y además sabes que vas a ser explotado laboralmente (horas extras no remuneradas, estrés por proyectos pactados en fechas imposibles y un largo etcétera). Y la gente acepta este tipo de ofertas porque, obviamente, menos da una piedra.

Pero lo divertido son las conversaciones al teléfono con el personal de recursos humanos, que teniendo poca idea del significado de los requisitos del puesto, actúa de filtro principal para el jefe de informática que ha pedido gente con un perfil determinado. De esta forma se pueden dar casos en los que se pierde la posibilidad de contratar al mejor informático del mundo, que se adapta en poco tiempo a lo que le pongas delante, porque no tenía un certificado de conocimiento o no tenía el mínimo número de años de experiencia específica de algo. Es difícil cuantificar el conocimiento y la habilidad de una persona por esos medios.

Al empleado, pieza fundamental en la mecánica de cualquier empresa, no se le valora como tal, se le acusa de no trabajar lo suficiente en horarios poco eficientes, de no implicarse lo suficiente en los proyectos de la empresa de la que no tiene participación económica más allá de su sueldo mensual, que a veces cobra con retraso, y encima le toca agachar la cabeza para no perder lo poco que tiene, para tirar de su vida como puede. Así va el mundo, con dolor de huevos todo el día.

La mujer mayor que me adelantaba

Suelo caminar unos 20 minutos por la mañana para llegar al trabajo. Tras la experiencia de algunos años, he optimizado mi itinerario para coordinar semáforos y pasos de peatones y, de esa forma, detenerme lo menos posible. Durante dicho trayecto y a mi paso ligero, no estoy acostumbrado a que me adelante nadie. Pero siempre encuentras la excepción.

Últimamente me he encontrado a una mujer mayor (de 50 años para arriba), cargada con una bolsa llena de materiales metálicos que, en los últimos 8 minutos de mi camino, me adelanta. Su elaborada estrategia se basa en correr con pasos cortos pero rápidos hasta ponerse unos metros delante de mi y entonces ponerse a caminar a un paso mucho más lento. Al cabo de unos segundos, cuando estoy justo detrás, cogiendo rebufo y apunto de iniciar el adelantamiento, ella me detecta con su vista periférica y cambia a modo corre-corre-que-te-pillo alejándose de nuevo unos metros de mi.

Me incordia bastante porque no hace más que retrasarme, ya que tengo que aguardar detrás de ella, a su paso tortuga, hasta que puedo iniciar un nuevo adelantamiento. Así que, cuando me canso de probar a buscar puntos ciegos en su visión periférica (la muy lista me escucha y gira la cabeza), aprovecho su punto débil: su turbo boost tiene límite de tiempo, no puedo correr durante más de 10 segundos, tras los cuales necesita reestablecerse a paso más lento. Sabiendo esto, cuando veo la oportunidad hago un amago de adelantamiento, con lo cual ella se pone a correr durante unos segundos ganándome terreno, pero yo aprieto el paso al máximo durante el tiempo suficiente para conseguir adelantarla cuando se ha quedado sin turbo boost.


turbo-boost

El resto del camino, con miedo a lo que pueda hacerme con la bolsa de metales que lleva, voy lo suficientemente rápido para que no me alcance y acabo llegando demasiado pronto al trabajo.